Si algunos títulos se han visto perjudicados al verse obligados a retrasar sus estrenos durante meses, otros han pasado desapercibidos al haberse estrenado pocas semanas antes del estallido de la crisis del COVID19. Es el caso de Monos de Alejandro Landes, a la que quizá le hubiese venido bien aguantar algunas semanas más en cartelera para coger algo de impulso y, a través del boca a boca, haber llegado a un número mayor de espectadores como le pudo pasar a `Parásitos’.
Sin embargo no tuvo esa suerte y es una pena, porque realmente la película se lo merece todo. Por eso, en el último EQI estuvimos hablando de ella.
DE QUÉ VA
En la cima de una imponente montaña conviven ocho muchachos guerrilleros apodados “Los Monos”. En esta especie de campamento, un poco al estilo de La Chaqueta metálica, reciben un estricto entrenamiento paramilitar impartido por un inflexible sargento. El objetivo y única misión de “Los Monos” es la de custodiar a «La Doctora», una mujer norteamericana a la que han tomado como rehén.

Sin embargo, tras una noche de fiesta y borrachera, todo empieza a torcerse, y la unión y confianza entre los miembros del grupo a desmoronarse.
CLAVES
Mica Levi y el diseño sonoro.

Tratándose de una película atípica, el tratamiento que se hace del sonido y de la música también lo es, consiguiendo que la BSO se convierta así en un personaje más de la historia. Y para ello nadie como Mica Levi -quien ya trabajó en Under the Skin o en Jackie-, que se mueve perfectamente en los terrenos del pop experimental.
Levi realmente consigue que la música no salga de tu cabeza y lo hace no tanto subrayando o acompañando momentos emocionales de la película, sino matizándolos y aportando un valor mucho más rico a cada secuencia.
Una estética visual muy atractiva.
La elección de cada plano y el estilo del montaje montaje, las localizaciones y el trabajo del diseño de producción de esta película es simplemente genial.
Landes apuesta por un aspecto para la película en la que combina la belleza de unos paisajes absolutamente salvajes, con la brutal violencia de la historia. Además, al jugar con la inconcreción espacio-temporal, junto a ese diseño sonoro tan especial que antes mencionábamos y a un halo de locura que desprende la narración, Monos nos lleva a un tono casi psicodélico o incluso a un realismo mágico realmente interesante.

Lo universal del relato.
Es cierto que de un modo casi inevitable al ver la película pensamos en Las FARC, sin embargo hay algo mucho más universal en Monos.
Por una parte Alejandro Landes, junto con el resto del equipo, se encargó de construir esta universalidad utilizando distintos elementos: el vestuario y otros referentes visuales están sacados de conflictos bélicos de distintos países y los rasgos físicos de los actores –cabe mencionar las rastas de Patagrande que recuerdan al movimiento rastafari- o incluso sus apodos –el más obvio el de ‘Sueca’– favorecen a esa inconcreción espacial.
Pero por otro lado, como comentábamos antes, estamos ante un ‘coming of age’, y éste es un género absolutamente universal: todos hemos pasado por el proceso de madurar y de lidiar con la adolescencia (bueno, cierto, quizá no todos). Y el grupo de ‘Los Monos’ en el fondo no deja de estar viviendo el proceso de convertirse en adultos, a la vez que tratan de encajar entre quienes están a su alrededor… y sin perder de vista la construcción de su propia personalidad, de su Yo. El complejo sentimiento de querer ser parte de algo sin renunciar a ser uno mismo. No por nada es tan importante el uso del primer plano a lo largo de la película.

Pero es que además les toca madurar en un contexto tan cruel como es el de una guerra. E historias de jóvenes a los que les toca madurar a pasos agigantados en el marco de un conflicto bélico, han sido abordadas miles de veces a lo largo del tiempo y por todas las culturas: ‘El señor de las moscas’, ‘Beasts of no nation’, ‘Ciudad de Dios’… todas historias de infancias robadas, de adolescentes perdidos y de futuras vidas destrozadas con las que es imposible no empatizar por lo injusto de su suerte.
Desde luego Alejandro Landes queda apuntado en la lista de directores a los que seguir en panorama latinoamericano y en concreto del cine colombiano: una industria que poco a poco está levantando la cabeza y que está dejando otros títulos tan interesantes como El abrazo de la serpiente o Matar a Jesús de los que en algún momento hablaremos en El Quimérico Inquilino.